Blau
De miércoles a sábado, 21:30h
Domingo, 18:30h
Sinopsis
En Blau, en plena noche de fin de año, el mecánico de un barco cargado de juguetes, que acaba de naufragar en medio del océano, dialoga por radio con la chica de la unidad de salvamento. El piloto del helicóptero que tiene que rescatarlo atraviesa el cielo hacia un destino incierto… Un diálogo a tres bandas donde se entrelazan miedos, deseos, traumas y fobias hasta un punto de no retorno, allí donde los límites de la realidad se difuminan y se pierden en un espacio indómito, inalcanzable. Ferran Joanmiquel, el autor que la Sala Beckett presenta este año, nos propone con Blau un viaje emocional por los laberintos de la inconsciencia, por el océano de la infancia perdida.
Presentación
Blau tiene mucho de inconsciente, en su contenido y en su origen. Una vez le oí decir a alguien que los primeros textos de un autor «están mojados directamente al corazón», en el sentido de que son muy genuinos, muy auténticos. Y eso es lo que me viene a la cabeza si pienso en el Blau. Porque lo escribí sin miedo (es decir, sin temor a hacerlo mal). Y ahora me doy cuenta que lo escribí desde cierta ingenuidad, desde cierta inocencia, sin pensar que el argumento quizá era demasiado cinematográfico o el formato demasiado radiofónico o la puesta en escena demasiado complicada… Simplemente me puse a escribir el que quería escribir.
Hay un texto que a mí, personalmente, me ha marcado mucho como autor. Cuando lo leí me abrió un mundo nuevo de posibilidades (posdramáticas, claro): La nit àrab, de Roland Schimmelpfennig (con quien he tenido el gusto de hacer un curso ahora no hace mucho en el Obrador). Leyendo La nit àrab me di cuenta de que era posible, como lo diré?, hacer lo que hacía el Schimmelpfennig (y muchos otros), es decir, jugar a placer con la forma y el contenido, siempre y cuando este juego tenga un sentido dramático. Hay algo hipnótico, incluso alucinógeno, en el texto de Schimmelpfennig. Y creo que esto es algo que transmití (quizá sin ni siquiera saberlo) a Blau.
Blau es básicamente un viaje. Mental y geográfico. Emocional y trascendente («trascendente» debería ser una palabra más común, parece que a veces sea tabú usarla). La acción se lleva, empuja a los personajes más allá de sus propios límites a través de una situación extrema que acaba convirtiéndose líquida, onírica. Y es en este momento que (si queremos) debemos poder mirar y entender la obra desde una perspectiva diferente a la del realismo-versemblantismo. Porque Blau es una especie de «tripi» que traspasa fronteras: las de la realidad que vivimos (o de la parte que percibimos).
De qué habla, Blau…? Ahora, con el tiempo, tal vez soy más consciente, pero creo que todavía hay cosas que se me escapan. En el fondo en el fondo (y este es un tema que se me repite casi sin querer en muchas de las obras que escribo), existe la soledad, el aislamiento (en este caso espacial, incluso), la imposibilidad de entendernos unos a otros, de conjugar una comunicación verdaderamente compartida. Y está el mundo de la infancia, también. La muerte y el nacimiento. El mundo de los miedos y los deseos. De las ausencias y los traumas. Alguien me dijo que el océano, o mejor dicho, el agua (el medio natural de la obra), es el símbolo de las emociones y de la alterabilidad de las emociones, el lugar donde se vierten zonas más oscuras de nuestro inconsciente. No sé, quizás algún psicoanalista freudiano lo pasará pipa, viendo la obra…
Ferran Joanmiquel
Ser Blau
Cuando leí Blau por primera vez, pensé: no sé cómo se «monta». Y acto seguido, sin dudarlo, dije: pues vamos a ello. (Por lo tanto, gracias Ferran y Toni por la confianza.) Esta misma sensación de no saber cómo dirigir un texto que me atrae (por fascinante, por perturbador, por hipnótico) me ha pasado otras veces. Por ejemplo, con El público de F. G. Lorca, Lluny de Caryl Churchill, Quartett de Heiner Müller o Vespres de la Beata Verge de Antonio Tarantino. Son obras que se te escapan ya que formalmente están escritas desde una libertad atrevida, descarada, impertinente, pero seguramente sea por eso que toquen algo del ser humano muy cercano a lo intangible. No me atrevo a decir su alma porque la palabra tiene demasiadas connotaciones religiosas. En cualquier caso, emociones quizás difíciles de explicar pero muy concretas y que a menudo se te revelan tras una frase, una pausa o una imagen.
Hay que acercarse a Blau desorientados, faltos de sueño, medio despiertos, desde el territorio de lo indefinido, de abismo, de irrealidad, de experiencia, de límite y de límites oníricos. Blau pide zambullirse como quien mira un cuadro de Dalí, de De Chirico o de Max Ernst, donde en un espacio de naturaleza y geometría hay aisladamente dispuestos unos individuos plagados de misterios «freudianos» pero no exentos de humor. Hay que vivir Blau como un particular descenso al Maelström, como un traspasar la línea de sombra, donde confrontar el propio ser con la bestialidad de la naturaleza, donde confrontar la propia soledad con uno mismo y con la existencia… y todo ello hacerlo sin coordenadas precisas ni aproximadas. Desde la propia torpe cotidianidad. Blau nos dice que tenemos que crecer. ¿Pero hacia dónde? Que debemos dejar el osito de peluche atrás y ser adultos. ¿Cómo hacerlo sin brújula para orientarnos? ¿Cómo hacerlo si nos sabemos objetivamente inútiles? Blau apunta que sólo depende de uno mismo dejar de estar cansado de tener miedo.
Como director he querido poner el peluche en el regazo del espectador, he querido que desde platea se deje llevar no tanto por una historia sino por los enigmas que esta esconde. Para las penas de unos solitarios y tiernamente próximos Roger, Ester y Jofre. Unas penas, las suyas, que se hacen nuestras. Porque el océano siempre devuelve residuos de vivencias personales que provienen de mar adentro para atracar en nuestra orilla el día menos pensado. Y es que ante una experiencia de peligro real, donde te va la vida, estas imágenes nos confrontan con quienes somos. Nos revelan nuestros miedos. Nuestros traumas que son nosotros. Hace que el viaje sea trascendente, como reivindica su autor. Trascendente para poder viajar más allá, para poder traspasar fronteras, para poder pasar de un estado a otro, de una realidad a otra, «porque para volver a nacer necesitamos morir», como decía Papasseit.
Encontrar la teatralidad a Blau es un reto. Un territorio que he querido visual, sonoro, imaginativo pero no descriptivo y siempre al servicio del texto, de la palabra como motor de acción. Y los actores que la juegan, claro. De otra forma soy incapaz de entender el teatro.
Jordi Prat i Coll
Autor: Ferran Joanmiquel
Dirección: Jordi Prat i Coll
Reparto:
Jofre: Manel Barceló
Roger: Francesc Ferrer
Ester: Berta Giraut
B: Pau Gómez
Escenografía: Ricard Prat i Coll
Vestuario: Míriam Compte
Iluminación: David Bofarull
Sonido: Lucas Ariel Vallejo
Ayudante de dirección: Ester Villamor
Coro de niñas: Lucía Baduell, Vera Bertalmío y Sofía Szpunberg
Una producción de la Sala Beckett/Obrador Internacional de Dramatúrgia