Dimonis

Nota de la directora

El autor nos introduce, una vez más, en el mundo de las relaciones de pareja. El planteamiento se podría considerar de entrada muy convencional. Una pareja, Frank y Katerina, juntos desde hace tiempo, pasan por muchos momentos difíciles, agravados por el dolor de él a causa de la reciente muerte de su madre. Frank lleva la urna de las cenizas a casa, donde al día siguiente se tiene que celebrar la ceremonia de despedida. Esta noche parece que no se soporten a pesar de la terrible dependencia que tienen el uno del otro y deciden invitar a los vecinos de abajo, una  pareja aparentemente bien avenida y padres de dos hijos pequeños.

El espíritu autodestructivo de los protagonistas arrastrará a los otros hasta hacerlos descubrir la fragilidad y vacío de su relación. Todos cuatro, conscientes de su realidad, luchan ferozmente para huir de este callejón sin salida pero son conscientes de la imposibilidad de hacerlo. Hasta aquí podríamos decir que la obra tiene muchos puntos en común con otras obras; me viene ahora a la mente Quién tiene miedo a Virgínia Woolf, de Edward Albee.

Ahora bien, Lars Norén, a demás de entrar de lleno en la psicología de los personajes mostrando sus terribles contradicciones, huyendo de cualquier planteamiento racional o convencional y mostrando sin ningún pudor la violencia de sus miedos y debilidades, nos hacen penetrar en una dimensión metafísica sobre la esencia de la vida, el sentido de la muerte, la necesidad constante de amor y la inmensa soledad de los protagonistas indefensos ante sus demonios particulares. Enfrontarse con un texto de Lars Norén es un ejercicio, a la vez que apasionante, de una terrible dificultad. Partiendo de situaciones cotidianas que ejercen un tratamiento absolutamente realista, nos arrastra en una vorágine vertiginosa a unas situaciones siempre límite que penetran la surrealidad.

Dimonis es una obra donde no se nos plantea ningún conflicto; la situación dependiente, dolorosa y autodestructiva de los personajes principales ya esta instalada desde el inicio. El que hace el autor, implacablemente, es conducirnos en un viaje veloz, sin posibilidad de parada y sin retorno hacia un final terrible pero inevitable. Para hacer este viaje es imprescindible contar con unos actores que dominan con mucha inteligencia y precisión los resortes actorales. He de decir que he tenido la suerte de encontrarlos y, aún más, me han permitido viajar con ellos para indagar sus infiernos particulares y así, en el trabajo común, descubrir los demonios que todos llevamos dentro.

Lurdes Barba