El petit Eiolf

Escrita el 1894, El petit Eiolf es una obra de madurez –y de las menos conocidas en nuestro territorio– de Henrik Ibsen, el “padre” del drama moderno. Cronologicamente, el autor noruego había estrenado ya obras tan importantes como Hedda Gabler, Casa de muñecas, Espectros o Un enemigo del pueblo, y era, por tanto, un dramaturgo consolidado, no sólo en su país sino también en toda Europa. El petit Eiolf es, en este sentido, una obra de plena madurez.

Alfred Allmers, un exprofesor, escritor y propietario rural, vuelve a su casa después de semanas vagando en solitario por las montañas, tormentado por las dudas sobre el valor y el sentido de su trabajo. Finalmente, pero, toma una decisión: abandonará la redacción del que tenía que ser su obra magna, un libro que lleva como título La responsabilidad humana (al cual lleva dedicando toda la vida), y se centrará exclusivamente en su hijo Eiolf, quien a causa de un antiguo accidente se ve obligado a ir con muletas por el resto de su vida. Rita, la mujer de Alfred, entregada con pasión al amor por su marido, no entiende esta decisión, y le pide que la reconsidere. La visita de la Mujer de las ratas y un trágico suceso ponen en duda todas las certezas previas de los personajes, y los empujan hacia un replanteamiento de sus vidas. La contradicción entre lo que somos y lo que querríamos ser (uno de los temas centrales en el conjunto de la obra ibseniana) vuelve a ser, en El petit Eiolf, motivo de discordia y desencadenante de tragedia familiar.

La presencia de Ibsen en Catalunya ha sido bastante extensa y regular en los últimos años, a pesar de que en la mayoría de los casos circunscrita en el ámbito de los teatros públicos y alrededor de los títulos más conocidos del autor.

Para la Sala Beckett, un espacio dedicado prioritariamente a la dramaturgia contemporánea, visitar Ibsen es, además de un acto de reconocimiento a uno de los autores que más han influido en la evolución del teatro universal, una manera de reflexionar sobre las formas del drama contemporáneo y de comprobar la vigencia de temas y situaciones provinentes del repertorio.

El petit Eiolf, además, es una obra injustamente ignorada en nuestros país (como otras del mismo autor) y estamos convencidos que sorprenderá por la valentia de sus planteamientos morales y por su potentísima carga emocional. Supone también un auténtico reto interpretativo para los actores i les es apropiado el pequeño formato escénico, propio de nuestro espacio.